ENTÉRATE POP/ OPINION.- Siempre he pensado que antes de optar por una posición en la universidad, más allá de la trayectoria en tiempo o los lauros académicos, se debería obligar a los aspirantes a tomar un diplomado en «dar explicaciones». Ojo, no en cómo dar explicaciones, sino en «dar explicaciones», simple y llanamente. Y al que no le guste dar explicaciones, que se retire al ejercicio de sus recursos privados; que se quede cuidando sus hijos o nietos, o tome un año sabático para escribir sobre su tema favorito, pero que no nos haga perder el tiempo. Esto así, pues, a mi juicio, mientras mejor sean sus funcionarios en esta temática, más posibilidades tendrán de dejar un legado que haga avanzar a nuestra alma mater.
Explicar a la ciudadanía, por ejemplo, los argumentos que existen detrás de las decisiones de asignación de los recursos de la Universidad, o todavía mejor, cuáles son los motivos que dan origen a cada resolución o proyecto que se presenta en el Consejo Universitario. Estos serían excelentes ejercicios para quienes dirigen hoy la Universidad.
Pero la verdad es que las autoridades universitarias, salvo escazas excepciones cada vez dan menos. Cada día es más difícil escuchar explicaciones, de los directores de centros, directores de escuelas, los decanos, los vicerrectores o la rectora. En mitad de un debate sobre quién administrará la Universidad en un futuro cercano, los oficialistas llenan los grupos de redes sociales con ofensas, cada vez que se les pide que expliquen tal o cual medida tomada por esta gestión, y no conformes con esto, prefieren hacer memes sobre las propuestas de los candidatos no oficiales, con el fin de ridiculizarlos.
No dudo que haya respuestas para todas mis interrogantes, o argumentos válidos que sustenten esas medidas, pero no lo sabemos. No hay forma humana de saberlo, pues ningún funcionario se cree obligados a dar explicaciones y asumir públicas sus responsabilidades de informar o defender ante la familia universitaria sus decisiones, con razones y datos.
Los estudiantes se preguntan, por ejemplo, cómo es que al cumplir dos años fuera de las aulas, aún no se les ha presentado un plan de regreso a estas, que garantice una vuelta segura para ellos y sus profesores, a pesar de que casi la totalidad del sistema es presencial. No se ha explicado con qué criterio o estudios se ha evaluado el «éxito» de las clases virtuales, del que tanto se vanagloria la actual administración. O sobre que se ha hecho con los recursos ahorrados por el cierre del comedor, si estos se pretenden utilizar para remodelar completamente la torre estudiantil y demás departamentos que dan servicios a los estudiantes.
Nadie ha explicado tampoco, que hay detrás del «juidero» que se armó en la pasada sesión del Consejo Universitario, cuando en franca violación al reglamento electoral, se intentó introducir a nuevos profesores en el padrón, muy a pesar de que para el principio del semestre se había aprobado un calendario electoral, donde se indicaba claramente que la fecha final para las promociones electoralmente valida era el final del semestre 2021-20. La Comisión Central Electoral fue la primera en dirigirse al Consejo, cuando el 30 de marzo remitió la comunicación CCE-Núm. 036-2022 a la rectora, en su condición de presidenta del CU, donde dejó saber su opinión al Consejo Universitario de esta manera:
«…este no debía proceder en medio de un proceso electoral a modificar el Reglamento para Elecciones de Autoridades Universitarias, en una disposición cuya razón de ser es proteger a las elecciones de autoridades universitarias contra hechos y situaciones que, de no ser impedidos por vía reglamentaria, podrían afectar la transparencias de dichas elecciones».
Además, destacaban, entre otras cosas, el hecho de que de 38 profesores interinos promovidos entre el 17 de enero y el 9 de marzo del 2022, el 53% pertenecía a una sola facultad. Una vez más el silencio ha reinado y se han activados para «desmentir» sin argumentos, no para explicar, algo que ha llegado hasta la prensa nacional, esperando ganar tiempo para que como pasó, la misma fue desestimada sin que al final se supiese cual era la intención de los proponentes y dejar que otro escándalo noticioso los exima de tener que dar explicaciones.
Las actuales autoridades no caen en cuenta de la falta grave en que incurren al no dar explicaciones. No reparan en que no se trata de ellos y sus temibles aspiraciones políticas. No entienden que dicha actitud coloca en tela de juicio el valor histórico y social de nuestra primada de América y regala argumentos a sus enemigos —esos que históricamente han querido verla desaparecer—, al dejar que la comunidad universitaria se conteste sus propias preguntas a cosas que quizás no entiende, o que le resultan extrañas, valiéndose de los pocos medios de análisis que quedan y que no provienen de las autoridades, como corresponde.
Al final, las redes y la internet están llenos de datos, pero un dato precisa de un análisis para convertirse en información que permita a los simples mortales entenderlo. Una información que transmita conocimiento a los ciudadanos de a pie, y quienes la utilizan en las tomas de decisiones para mejorar sus vidas, y lo más importante, para construir su futuro.
El Dr. Daron Acemoglu, plantea en su libro ¿Por qué fracasan los países? que para explicar porque unos países son más exitosos que otros en la construcción de sociedades desarrolladas, debíamos circunscribirnos a el diseño de sus instituciones. A grandes rasgos, presenta dos tipos de instituciones: Las extractivas, estas que buscan distribuir poder entre las elites, sin dar cuenta de sus acciones. A estas se contraponen las abarcadas por el concepto de instituciones inclusivas. Estas últimas son, según el libro, aquellas que favorecen que más personas puedan alcanzar un desarrollo económico y puedan participar en las decisiones del Estado.
El pasado domingo, en las palabras centrales de la asamblea de TRIUNFO, el maestro Editrudis Beltrán, explicaba su preocupación de como la UASD había perdido, sin explicación alguna, su lugar en el debate nacional. También, expresaba su estupor, ante la falta de iniciativa de las autoridades para explicar la actual situación de decadencia, en la que recibiría en julio próximo la Universidad, que estaba llamada a dar el frente en la creación de soluciones novedosas a los problemas que aquejan nuestro país. En términos del Dr. Acemoglu, la UASD va en camino a convertirse en una institución extractiva.
Esas palabras me llenaron de esperanza, pues el Maestro dio claro indicios de saber el valor de nuestra Alma Mater para la construcción de un país inclusivo, participativo. Daba cuenta de que se acerca a la Universidad un administrador humilde, que pondrá todo su esfuerzo en que la universidad vuelva el espíritu de institución inclusiva con el que fue diseñada después de la caída del tirano.
Por Vicente Luis De Peña
Viceministro de la Juventud
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